lunes, agosto 01, 2005

El derecho a disponer de nuestra propia vida (I)



"Hace tiempo no río como hace tiempo, y eso que yo reía como un jilguero; tengo cierta memoria que me lastima […] sobreviviendo, sobreviviendo. Ya no quiero ser sólo un sobreviviente, quiero elegir el día para mi muerte".
Víctor Heredia, Sobreviviendo.

Dicen La Biblia y los códigos éticos más tradicionales que la vida es sagrada y que atentar contra ella es un delito. Sin embargo, la necesidad imperiosa de conservarla no está presente en cualquier circunstancia, es decir, hay casos en los que realmente un ser humano preferiría morir a vivir. En su gran mayoría, las condiciones que generan dicha idea están basadas en el hecho de encontrar la vida propia cómo inútil: los individuos que sienten el deseo de morir se sienten incapacitados de manera física o sentimental.

Como producto de estas consideraciones, aparecen personas que toman venenos, se lanzan desde grandes alturas, se ahogan en los ríos o se disparan a sí mismos para aliviar el dolor que les produce la vida. También hay pacientes parapléjicos que piden a sus médicos la muerte asistida, o personas con dolores muy fuertes cuya única solución es el tratamiento permanente de morfina o similares que piden ser desconectados dado que no quieren vivir de esa única manera que pueden hacerlo.

Con unos valores éticos que se quedan obsoletos a la hora de dar solución a estos problemas, y una proliferación de enfermedades incurables o sentimientos tortuosos, vale la pena preguntarse: ¿Existe el derecho a disponer de nuestra propia muerte?